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Nombre divino de la compañera
que por amor se entregó en el paraíso
al hombre por pecado en vez primera
al compás de la música y de hechizo.
En tus redes de cabellos envolventes,
de telaraña del más sutil urdimbre,
cae como las mariposas rutilantes
el más valiente y afamado hombre.
En tu entraña está la gran partida
y el misterio de nuestra creación
al sacar de la nada nuestra vida
fundida en un crisol de perfección.
Tus labios guardan néctar femenino,
que embriaga y destila la demencia,
que cambia el rumbo del destino,
cuando los besos hacen su presencia.
En cimbreante movilidad persuasiva,
sin que nadie pueda resistir tus pasos,
queda el varón hipnotizado a la deriva
hasta caer atrapado entre tus brazos.
Tú eres oasis de paz en la existencia,
a donde llega a refugiarse el peregrino,
el hijo y el nieto que busca tu presencia,
en el inmenso recorrido del camino.
1 comentario:
La mujer siempre ha sido el final del camino del hombre. así como el oasis el lugar de descando, del peregrino.
Todo tiene un principio y un final pero nunca dejamos de iniciar algun camino, aunque sepamos que regresaremos al mismo lugar.
Felicidades, amiga, me gusta mucho leerte, con tus autores desconocidos tocas las fibras sencibles de los que te leemos.
Un abrazo.
Jecego.
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