Cantaba un canario desde la rama
con su pico dirigido a una flor,
era día de Santiago el Mayor
hijo del pescador Zebedeo y Salomé,
decapitado evangelizador.
El canario ajeno a la historia
cantaba y cantaba a una flor,
era un día cálido de Julio
y cantaba a la diosa del amor;
no era su santo, no conocía el dolor
pero sus ojos se llenaron con el rojo,
de aquella flor que le enamoró
y cantaba con fuerza al amor.
Y cantó hasta que se oculto el sol
y llegó la noche tardía,
siempre señalando con su pico
aquella flor maldita;
al amanecer el siguiente día
el canario no cantaba,
yacía al pie del árbol sin vida
decapitado por Herodes Agripa,
que quiso robar aquella flor
arrancando al canario su vida.
El egoísmo hace su historia
y el amor, hace la mía.
Ya no oiré cantar al canario
cuando amanezca un nuevo día,
quedó su voz oculta en el silencio
por aquella flor fatídica;
que embrujó al canario que quería
cantar al pueblo su amor,
y por ello perdió la vida
igual que Santiago el Mayor.
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